jueves, 3 de enero de 2013

VEINTE AÑOS SIN CAMARÓN




(Publicado en la Revista Unicornio nº 40- octubre de 2012)

A mi primo Manolo, camaronero de corazón.

Hace poco más de veinte años, en julio de 1992 nos dejaba Camarón, pasando, como suele ocurrir con los genios, a convertirse en leyenda, en mito.

            He de confesar que cuando escribo sobre algún artista, me gusta inspirarme escuchando su obra y rememorando mi relación personal e íntima con ese artista. No me refiero a una relación real, mas bien a los momentos en que ese artista se convirtió en la banda sonora de la película de tu vida. Para hacerlo esta vez recordé algunas de las muchísimas veces que escuché a Camarón en un viejo radiocasette Sanyo. Todavía conservo la cinta. Ni corto ni perezoso me dispuse a encontrarla. En mi caso, las viejas cintas están medio ordenadas en una buhardilla, sin uso, esperando entre el polvo, que tenga algún recuerdo que las rescate del olvido. La encontré muy rápido y enseguida me vinieron a la mente un sin fin de imágenes en blanco y negro de los años setenta, cuando todavía era un niño. “El Camarón de la Isla, con la colaboración especial de Paco de Lucía” era una recopilación de temas de Camarón donde aprendí fandangos, “salud antes que dinero yo le estoy pidiendo a Dios, aunque me tenga que ver lo mismo que un pordiosero, pidiendo pa comer…”; donde me enamoré de una “canastera, gitanita canastera…”, y de “Rosa María, si tú me quisieras qué feliz sería…”

           Aprendí que “En la provincia de Cádiz ha nacío la Petenera, en pueblo que le dicen Paterna de la Rivera…” y que es mentira lo del mal fario y que a los gitanos no les gusta cantar Peteneras; y que los Tarantos llevan la mina en las entrañas, “Ay minero, sube al enganche minero…”; y que el Flamenco es como la vida, tiene momentos trascendentales y otros mucho más banales, momentos de pena honda, y otros de  diversión y alegría hasta la extenuación. Letras de entonces las he repetido permanentemente formando parte de mi caminar como ser humano, y como maestro, “Esta noche va a llover, que tiene cerco la luna, mi pozo cogerá agua que no le quea ninguna…”,  tangos de Málaga, ¡y viva el Piyayo! Aprendí que columpiando a una niña, se puede llegar hasta la Bamba, y que no se puede cantar mejor por bulerías, metiendo en cada estrofa lo que no cabe, ¡y a compás!, “…el día que tú naciste nacieron toítas las flores, y en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores…”.   

            Aprendí cosas que, siendo un niño, se te quedan grabadas en los anaqueles del alma para el resto de tu vida.

            Mi relación con Camarón se limita a un viejo radiocasstte Sanyo y un puñado de cintas, que después se convirtieron en CDs, pero cómo he disfrutado, y disfruto de su cante. Me gusta el Camarón íntimo, el que baja los tonos –ahí se notan los buenos cantaores-, me disloca el Camarón que pasa de un tono bajo hasta otro que llega al cielo para rematar una estrofa, “…Y ya no me cantes cigarra, ya para tu sonsonete, que llevo una pena en el alma, como un puñal se me mete sabiendo que cuando canto suspirando va mi suerte, bajo la sombra de un árbol y al compas de mi guitarra...canto alegre este fandango porque la vía se acaba y no quiero morir soñando ay como muere la cigarra...”. Me gusta el Camarón con fuerza y desgarro, me gusta su voz y su conocimiento, lleva la tragedia milenaria en sus quejíos, es moderno y antiguo, casi primitivo y fue bautizado con todo el compás y la sal de la bahía gaditana.

Este gitano de San Fernando, nació un 5 de diciembre de 1950. Su tío, Joseíco,  lo “bautizó” cuando comentó, al verlo por primera vez, “…es tan blanquito que parece un camarón”. José Monge Cruz era hijo de Juan Luis Monge Núñez, herrero de profesión, y Juana Cruz Castro. Siendo un niño era un habitual de la mítica Venta Vargas. En Torres Bermejas, en Madrid, terminó de formar y encajar el saber enciclopédico de su sangre. Allí, el destino quiso que coincidieran dos genios, y que se formara una de las mejores parejas de la historia del flamenco, Camarón y Paco de Lucía. A partir de 1978 será José Fernández Torres, Tomatito, el que lo acompañe. Hay otro guitarrista que ha formado parte de la vida y la esencia de Camarón y muchas veces se olvida injustamente, y no es otro que el maestro Paco Cepero, de quien el propio Camarón dijo que era el que mejor lo acompañó en festivales y fiestas.

No se trata en este modesto artículo de hacer un resumen de su vida y obra, bastante conocidas por otra parte, se trata de dejar constancia que fue un niño prodigio –A los 12 años ganó el Concurso Flamenco del festival de Montilla y con 14 años realiza una gira por Andalucía y Madrid con el Ballet de Arte Español Miguel de los Reyes y con 16 gana el Primer premio de cantes festeros en el festival de Mairena del Alcor-, y que terminó con una autentica legión de seguidores –Unas 50.000 personas pasaron por su capilla ardiente-. 

Más allá de los que le reprocharon que había perdido la “pureza”, se encontraba muchísima gente, sobre todo el pueblo gitano, que lo divinizó, acaso porque, como dijo Paco de lucía: “cuando otros cantaores recurrían a letras con temática social, la voz desgarrada de Camarón evocaba por sí sola la desolación de su pueblo”.

Se trata de recordar los nueve discos que entre 1969 y 1977 grabara con Paco de Lucía, y por su puesto “La leyenda del tiempo”, donde se introducen elementos inéditos en el flamenco procedentes del rock o el Jazz. Este disco, que para muchos supuso una auténtica revolución en el Flamenco, fue un fracaso absoluto en ventas con poco más de 6000 discos vendidos, sin embargo a mí me gustó, quizás porque en esa época mis amigos y yo estábamos como locos con un tal Jesús de la Rosa y su grupo Triana, el rock andaluz, al que también rescato, de vez en cuando, del desván de mis recuerdos. Dicen que hubo gente que, al oír el disco, lo llevó a la tienda para que le devolvieran el dinero porque ese no era Camarón.

A partir de la Leyenda del tiempo otros discos: Como el agua, Viviré, Calle Real…, hasta ese Potro de rabia y miel de 1992, donde vuelve Paco de Lucía. Puede parecer que La leyenda del tiempo divide la obra de Camarón en dos, sin embargo lo que está claro es que desde entonces sufrió la furibunda crítica de que había abandonado la pureza. Pero a la par, su obra y su propia leyenda fue creciendo en el tiempo hasta convertirse en un cantaor con multitud de seguidores, manifestación masiva de idolatría no vista antes en el flamenco.

En el magnífico programa Rito y Geografía del Cante, le preguntan a Camarón algo que ha sido una constante en su vida y más allá de su muerte:
- “La gente dice que el camarón está perdiendo pureza por esto de estar en Madrid”.
Y Camarón responde:
- “No, no es eso. La pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleve dentro de verdad. Entonces, lo único que veo es que la gente no me comprende como yo canto. Mi manera de sentir todavía la gente no la ha entendido. Entonces, po yo no le echo cuenta, yo voy a mi aire”. 

           Eso que Camarón expresaba a su manera, es lo más grande que existe en el arte y en la vida, y se llama LIBERTAD.

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