sábado, 19 de mayo de 2007

MIS LETRAS FLAMENCAS

(Tercer Premio del Certamen Internacional
de Letras Flamencas “Mirando a la Torre”.
Alhaurín de la Torre - 1999)

JOSÉ FRANCISCO LÓPEZ


POR SOLEÁ

Yo soy libre como el viento
y las olas de la mar
y cuando miro tus ojos
me falta la libertad.

Las cadenas del esclavo,
¡a galeras por tus ojos,
por tu cuerpo y por tus labios!


POR SOLEÁ DE TRIANA

En un patio de vecinos
trabajan dos alfareros,
nacen del barro y del agua
los suspiros y los sueños.

Y el Guadalquivir sereno
me grita desde su orilla
rumores de cante viejo
y un eco de seguiriyas.

Qué será lo que yo siento
cuando le canto a Triana
que se me nublan los ojos
y me tiembla la garganta.

Y el Guadalquivir sereno
que tiene aromas de mar
se lleva "pa" las marismas
un eco de soleá…

sábado, 5 de mayo de 2007

ALBERTI Y EL FLAMENCO

José Francisco López

“La aurora va resbalando
entre espárragos trigueros.
Se le ha clavado una espina
en la yemita del dedo.

–¡Lávalo en el río, aurora,
y sécalo luego al viento!”

Este poema, del libro “Marinero en tierra” de Rafael Alberti, lo canta por tangos Calixto Sánchez en su disco “De los Alcores a Granada”.
He querido comenzar con este poema porque no cabe duda que la poesía de Alberti ha influido en muchos artistas flamencos en momentos puntuales de su obra, ya sea cantando sus letras o como fuente de inspiración en compositores, guitarristas o bailaores. Sirva como ejemplo el magnífico “Concierto flamenco para un marinero en tierra” de Vicente Amigo. Y es que la primera poesía de Alberti es, como dijo Juan Ramón Jiménez: “Poesía popular, pero sin acarreo fácil: personalísima; de tradición española, pero sin retorno innecesario; nueva, fresca y acabada a la vez; rendida, ájil, graciosa, parpadeante; andalucísima.” Yo creo que esta poesía, que aparece en los tres primeros libros de Alberti, parte de la lírica popular y las viejas cancioncillas tradicionales, por tanto está absolutamente entroncada con la mejor tradición de la lírica flamenca. No obstante no nos podemos llevar a engaño, Rafael Alberti no tiene al flamenco como eje de su vida, más bien lo lleva en la memoria de sus “adentros”, lo lleva como un andaluz del Puerto de Santa María que creció escuchando como su madre interpretaba al piano “las coplas y romances del sur, que a mí sólo me transmitía quizá por ser el único de la casa que le atrayeran sus cultos y aficiones.”
Alberti conoce el Flamenco, conoce los “Cantos populares españoles” de Francisco Rodríguez Marín y el “Cancionero” de Barbieri, que se apresura a comprar con las cinco mil pesetas que, en el año 1925, ganó al otorgársele el Premio Nacional de Poesía a su libro “Marinero en Tierra”.
Su libro de Memorias “La arboleda perdida” tiene muchas referencias de este conocimiento de lo jondo sustentado en sus vivencias y en su amor por la música. Por ejemplo, cuando nos cuenta como un amigo inició, “en la noche de apariencia tranquila, unos pasos de bulerías, con el magnífico estilo del mejor bailador gaditano.”; o cuando hablando del estreno de “El tricornio” de Manuel de Falla, nos comenta que descubrió “el apasionante ritmo y el alma jonda, profunda de Falla.”; o cuando hablando de muchos de los poemas de “Las islas invitadas” de Manuel Altolaguirre nos dice que “estaban ya tocados de esa angustia, de ese dolor, hondos, como los del cante andaluz más sublimado y puro.”
Aprendió coplas del resucitado folklore de la I República, “en rincones de cante jondo y tabernas ocultas…”. Se sintió, a veces, “un poeta en la calle, un poeta del alba de las manos arriba..., con los zapatos puestos, como desea el héroe de la copla andaluza:

"Con los zapatos puestos
tengo que morir,
que, si muriera como los valientes,
hablarían de mí."

Rafael Alberti escribió gran cantidad de pregones, estampas, chuflillas y coplas. Nos cuenta que una de aquellas canciones:

“Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?,

años más tarde la hizo famosa, con ligeras variantes, la compañía de bailes y cantos populares de la Argentinita, repitiéndose por toda España como de autor anónimo.”
Tuvo una extraordinaria amistad con García Lorca, que le hizo conocer de primera mano obras del genial poeta granadino como su “Poema del Cante jondo” o “Romancero gitano”.
También fue muy amigo de Ignacio Sánchez Mejías, con el que vivió extraordinarias escenas flamencas, como aquella vez en que lo acompañó a Jerez a buscar para la compañía de la Argentinita a “gitanos, bailaores y cantaores puros, que no estuviesen maleados por eso que en Madrid se llamaba la ópera flamenca. Y nada como Jerez y los pueblos de la bahía para encontrarlos…Al lado de la figura monumental de Espeleta, que parecía un Buda cantor, …toda una serie de chiquillos, bronceados, flexibles…Pero su más grande adquisición la hizo luego, en Sevilla, con la Macarrona, la Malena y la Fernanda, tres viejas y ya casi olvidadas cumbres del baile. La última, anciana que apenas podía tenerse en pie, había alcanzado a bailar con la Gabriela y la Mejorana en el famoso Café del Burrero."
Para Alberti el cante jondo es un “canto terriblemente andaluz de oscuros orígenes, emparentado con cantos orientales de la Persia y la India, cruzado de lamentos litúrgicos.”
Su evocación andaluza desde el exilio también lo acercan al Flamenco de una manera especial. Cuenta José Menese : “Conocí a Alberti en Roma. La RCA me había proporcionado el doblaje de Hugo Tonazzy en una película italiana. Daniel Zarza Vázquez se enteró de que me iba a Roma y me dio para Alberti una botella de anís seco, que le encantaba; y José María Moreno Galván, una de Fino Laína, que le encantaba. Y las pasé las dos. Alberti es un personaje que me encantó. Pero algo tendría yo también, porque me abrió las puertas de su casa y de su corazón de par en par. Él, María Teresa León y todos los que le rodeaban. Le canté seis días con seis noches. Alberti me ayudó con los problemas que tuve. Cuando se acabó la película volví a España pero siguió la amistad. Después, lo veía mucho en París. Nos reunimos una vez cuando estrenó Noches de guerra en el Museo del Prado. Como recuerdo de mi visita a Roma me había mandado un poema, que es el que aparece en el LP de 1967, en Cantes Flamencos Básicos:

A la voz de José Menese
"Tan solo penando
sin saber que un día
una voz que me vino de lejos
me consolaría.
Voz que me cantaba
los años oscuros,
la fatiga de todos mis muertos
entre cuatro muros.
El arranque ciego,
la sangre valiente,
ese toro metido en las venas
que tiene mi gente.”

Residiendo en su exilio de Roma recibió la visita de Manuel Gerena, al que escribió las “Coplas para Manuel Gerena”, donde sobresale el dolor,
“la pena que es valentía
cuando no dejan al pueblo
más que pena y agonía.”

Quisiera finalizar esta humilde aproximación a un Alberti relacionado con el Flamenco, con un delicioso pasaje de su mencionado libro de memorias “La arboleda perdida”, donde nos cuenta como en una fiesta en la residencia de Ignacio Sánchez Mejías en Pino Montano llegaron el guitarrista “Manuel Huelva, acompañado por Manuel Torres, el Niño de Jerez, uno de los genios más grandes del cante jondo. Después de unas cuantas rondas de manzanilla, el gitano comenzó a cantar, sobrecogiéndonos a todos, agarrándonos por la garganta con su voz, sus gestos y las palabras de sus coplas. Parecía un bronco animal herido, un terrible pozo de angustias. Mas, a pesar de su honda voz, lo verdaderamente sorprendente eran sus palabras: versos raros de soleares y siguiriyas, conceptos complicados, arabescos difíciles.
–¿De dónde sacas esas letras? –se le preguntó.
–Unas me las invento, otras las busco.
–A propósito –dijo entonces Ignacio–. ¿Por qué no cantas eso que tú llamas “las placas de Egito”?
Sin casi dejarnos tiempo a la sorpresa ante tan peregrino título, Manuel Torres se arrancó un extraño cante, creado totalmente por él. Al acabar, después de un breve silencio estremecido, le rogamos nos explicase cómo había llegado a ocurrírsele aquello.
El gitano, seria y sencillamente, nos contó:
–Una noche me llamaron unos señores amigos. Fui. Por más que se bebió y me jalearon, yo no estaba esa noche para cante. Lo poco que hice, lo hice mal. No me salía. La voz no se me daba. Me tuve que marchar muy triste y preocupado. Anduve solo por las calles, sin saber qué hacía. Al pasar por la Alameda de Hércules, me paré ante un kiosco de la feria a escuchar un gramófono. Las placas daban vueltas y vueltas cantando yo no sé qué historia del rey Faraón. Seguí para mi casa con todo aquello en la cabeza. Cuando ya iba pasando por el puente de Triana, se me aclaró la voz de pronto y empecé a cantar eso que acaban de oír ustedes: “Las placas de Egito.”
Nos quedamos atónitos, y más, comprendiendo que lo que el genial cantaor había escuchado en la feria eran seguramente –e Ignacio nos lo corroboró después– algunos discos, que por entonces muchas gentes los llamaban placas, de “La corte de Faraón”, divertida zarzuela, famosísima en toda España. Y aquello que todos pensamos, lógicamente, serían las plagas de Egipto para Manuel Torres fueron las placas, llegando así el gitano por ese camino de lo popular, compuesto a veces de ignorancias o fallas de la memoria, a su rara y magnífica creación: una nueva copla de cante jondo, sin sombra ya de tan absurdo modelo.
Manuel Torres no sabía leer ni escribir; sólo cantar. Pero, eso sí, su conciencia de cantaor era admirable. Aquella misma noche, y con seguridad y sabiduría semejantes a las que un Góngora o un Mallarmé hubieran demostrado al hablar de su estética, nos confesó a su modo que no se dejaba ir por lo corriente, lo demasiado desconocido, lo trillado por todos, resumiendo al fin su pensamiento con estas magistrales palabras: “En el cante jondo –susurró, las manos duras, de madera, sobre las rodillas– lo que hay que buscar siempre, hasta encontrarlo, es el tronco negro de Faraón”.
García Lorca, otro de los asistentes a aquella fiesta rememorada por Rafael Alberti, escribió en sus “Viñetas flamencas” de “Poema del cante jondo” la siguiente dedicatoria:
“A Manuel Torres, Niño de Jerez, que tiene tronco de Faraón”.



Alberti, Rafael. Marinero en Tierra. Alianza Editorial, 1981Alberti, Rafael. La arboleda perdida. Seix Barral, 1984
García Gómez, Génesis . José Menese Biografía Jonda. El Pais Aguilar, 1996
Taller de Cultura Andaluza nº 18. Junta de Andalucía.

martes, 1 de mayo de 2007

LAS LETRAS FLAMENCAS, UN TESORO POÉTICO

LAS LETRAS FLAMENCAS,
UN TESORO POÉTICO

José Francisco López

Sobre las letras del Flamenco decía Federico García Lorca: “…quedamos asombrados ante dichos versos.
Las más infinitas gradaciones del Dolor y la Pena, puestas al servicio de la expresión más pura y exacta, laten en los tercetos y cuartetos de la siguiriya y sus derivados.
No hay nada, absolutamente nada, igual en toda España, ni en estilización, ni en ambiente, ni en justeza emocional.
Las metáforas que pueblan nuestro cancionero andaluz están casi siempre dentro de su órbita; no hay desproporción entre los miembros espirituales de los versos y consiguen adueñarse de nuestro corazón de una manera definitiva.
Causa extrañeza y maravilla cómo el anónimo poeta de pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre. Hay coplas en que el temblor lírico llega a un punto donde no pueden llegar sino contadísimos poetas:
Cerco tiene la luna,
mi amor ha muerto.
En estos dos versos populares hay mucho más misterio que en todos los dramas de Maeterlinck, misterio sencillo y real, misterio limpio y sano, sin bosques sombríos ni barcos sin timón, el enigma siempre vivo de la muerte”.

Pues bien, yo estoy absolutamente de acuerdo con García Lorca. Para mí, muchas de las letras del cante son poemas que te desgarran las entrañas, anónimos versos que te emocionan y te elevan. Es lírica de puro derecho, entroncada con nuestra mejor tradición oral.

He utilizado el término “anónimos versos” de manera consciente, porque la poesía flamenca es anónima casi por completo. ¿Quién conoce al autor de las letras de un cante? Incluso, aunque el autor haya sido un poeta famoso y reconocido, no lo relacionamos con una determinada letra. Quién sabe, por ejemplo, que Manuel Machado escribió la siguiente seguiriya de Antonio Mairena:
“Negra está la noche
sin luna ni estrellas …
a mí me alumbran los ojitos negros
de mi compañera.”

o quién sabe que el mismo autor escribió también la soleá que interpretaba Juanito Varea:
“Yo voy de penita en pena,
como el agua por los montes,
saltando de peña en peña.”

Quién sabe que Calixto Sánchez interpreta el siguiente poema de Rafael Alberti por tangos:
“- Dame tu pañuelo, hermana,
que vengo muy mal herido.
- Dime qué pañuelo quieres,
si el rosa o color de olivo.
- Quiero un pañuelo bordado,
que tenga en sus cuatro picos
tu corazón dibujado.”

Por eso hablo de versos anónimos, porque son del pueblo, los escriba quien los escriba, y al fin y al cabo, qué más da quién componga los poemas, lo importante es que vayan de boca en boca, que los metamos en el fondo del alma y que los volvamos a dejar en el aire, libres, para que vuelen embriagándonos de emoción.

Salvo en casos puntuales, como el romance, un poema Flamenco te desgrana toda la vida y también toda la muerte en no más de cinco versos. Es capaz de abrirte las heridas más jondas o de expresar la mayor de las alegrías con una brevedad y una intensidad extraordinarias. La Poesía Flamenca se acerca al Hombre de una manera directa y profunda. Jamás la Poesía estuvo tan cerca del Hombre.

Todo, absolutamente toda la vida se interpreta en el Flamenco, desde lo más liviano hasta lo más profundo, hasta lo más jondo, y por tanto hay que repetir una vez más que toda la vida cabe en la poesía Flamenca, eso sí, lógicamente hay palos a los que les va mejor unos tipos de letras que otros en cuanto a la temática de las mismas. Por ejemplo los temas tradicionales de las tonás hablan de cárceles, persecuciones, pobreza, desengaños y otros similares. Las letras de tonás suelen ser una crónica que rememora las tragedias y desastres de la existencia gitana:
“Cuando yo estaba en prisiones
solito me entretenía
en contar los eslabones
que mi cadena tenía.”

Dentro de las seguiriyas se suelen dar temas de inspiración más o menos patética y que se acerca al argumento trágico de las tonás. Temas como la muerte o la madre alcanzan en las seguiriyas su punto culminante. Aunque sean temas que se repiten en otros cantes son, sin duda, característicos de las seguiriyas, donde abundan letras y quejíos directos, sin gran pretensión literaria, son gritos que salen directamente del alma del pueblo:
“En este rinconcito
dejadme llorar,
que se m´ha muerto la mare de mi alma
y no la veré más”.

En las soleares, bulerías, tangos, tientos, cantiñas, fandangos, etc., se dan todo tipo de temas sin limitación alguna.

En el caso de la soleá, se ha dicho que sus letras tienen un cierto sentido moralizante, de sentencia. Yo, sin embargo, pienso que, aunque este sentido moralizante se da en un gran grupo de soleares, es sólo eso, un gran grupo, pero lo cierto es que por soleá se puede cantar cualquier tema.

Comprenderán que este artículo sea una gota de agua en el océano de la Poesía Flamenca. Como muestra final, este puñado de letras escogidas, de manera consciente, casi al azar, porque desde aquí apelo a vuestra memoria flamenca para recordar esos poemas, que por sí solos te ponen un nudo en la garganta, poemas que te abren las entrañas, Poemas Flamencos:

“Cuando pasa y no me mira,
el corazón por la boca
se me sale de fatigas.”

“Voy como si fuera preso;
detrás camina mi sombra,
delante mi pensamiento.”
“Sale el sol cuando es de día,
para mí sale de noche,
hasta el sol va en contra mía.”

“Al pozo me fui a pescar
y no cogí más que estrellas
y hojitas del limonar.”

“Tú has perdido los papeles
tú tienes un corazón
que no sabe lo que quiere.”

“Algunas vece´ he bebío
en los charquitos del suelo,
mira la sed que he tenío.”

“Las que se publican
no son grandes penas,
las que se callan y se llevan dentro
son las verdaderas.”

“La muerte llamo a voces,
no quiere venir;
que hasta la muerte tiene, compañera,
lástima de mí.”

“De querer a no querer
hay un camino muy largo
y todo el mundo lo anda
sin saber cómo ni cuando.”

“La luna yo te daría
sólo por verte bailar,
la arena la contaría
y el agüita de la mar
de sitio la cambiaría.”

“Qué triste será en la mar
pasa´ una noche sin luna
pero más triste es vivir
sin esperanza ninguna
y acordándome de ti.”



Bibliografía:
García Lorca, Federico, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1965.
Gutiérrez Carbajo, Francisco, La copla flamenca y la lírica de tipo popular, Madrid, Cinterco, 1990.
Fernández Bañuls, J. Alberto y Pérez Orozco, José Mª, joyero de coplas flamencas, Sevilla, Editoriales Andaluzas Unidas, 1986.

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA

Hoy es principio del resto de mi vida.
Hoy comienzo esta pequeña aventura de escribir un blog personal, que me gustaría compartir con todos los amantes del Flamenco y de la Literatura.
Y como en este blog quiero expresar mis sentimientos ante el hecho Flamenco y el hecho literario, quiero hacerlo homenajeando a dos hermanos que me emocionan, Antonio y Manuel Machado.
De Antonio quiero escribir aquello de:

"Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar..."

Porque estoy seguro que haremos camino al andar sobre estas páginas que están naciendo como de la nada.

De Manuel quiero reivindicar su lado Flamenco y recordar que
“No sólo canta el que canta,
que también canta el que llora…
no hay penita ni alegría
que se quede sin su copla”.

Y eso es lo que pretendo caminar haciendo camino con la Literatura y el Flamenco en las alforjas del alma.