A
mi primo Manolo, camaronero de corazón.
Hace poco más
de veinte años, en julio de 1992 nos dejaba Camarón, pasando, como suele
ocurrir con los genios, a convertirse en leyenda, en mito.
He
de confesar que cuando escribo sobre algún artista, me gusta inspirarme
escuchando su obra y rememorando mi relación personal e íntima con ese artista.
No me refiero a una relación real, mas bien a los momentos en que ese artista
se convirtió en la banda sonora de la película de tu vida. Para hacerlo esta
vez recordé algunas de las muchísimas veces que escuché a Camarón en un viejo
radiocasette Sanyo. Todavía conservo la cinta. Ni corto ni perezoso me dispuse
a encontrarla. En mi caso, las viejas cintas están medio ordenadas en una
buhardilla, sin uso, esperando entre el polvo, que tenga algún recuerdo que las
rescate del olvido. La encontré muy rápido y enseguida me vinieron a la mente
un sin fin de imágenes en blanco y negro de los años setenta, cuando todavía
era un niño. “El Camarón de la Isla, con la colaboración
especial de Paco de Lucía” era una recopilación de temas de Camarón donde
aprendí fandangos, “salud antes que
dinero yo le estoy pidiendo a Dios, aunque me tenga que ver lo mismo que un
pordiosero, pidiendo pa comer…”; donde me enamoré de una “canastera, gitanita canastera…”, y de “Rosa María, si tú me quisieras qué feliz
sería…”
Aprendí que “En la provincia de Cádiz ha nacío la Petenera, en pueblo que
le dicen Paterna de la Rivera…”
y que es mentira lo del mal fario y que a los gitanos no les gusta cantar
Peteneras; y que los Tarantos llevan la mina en las entrañas, “Ay minero, sube al enganche minero…”; y
que el Flamenco es como la vida, tiene momentos trascendentales y otros mucho
más banales, momentos de pena honda, y otros de diversión y alegría hasta la extenuación. Letras
de entonces las he repetido permanentemente formando parte de mi caminar como
ser humano, y como maestro, “Esta noche
va a llover, que tiene cerco la luna, mi pozo cogerá agua que no le quea
ninguna…”, tangos de Málaga, ¡y viva
el Piyayo! Aprendí que columpiando a una niña, se puede llegar hasta la Bamba, y que no se puede
cantar mejor por bulerías, metiendo en cada estrofa lo que no cabe, ¡y a
compás!, “…el día que tú naciste nacieron
toítas las flores, y en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores…”.
Aprendí cosas que, siendo un niño, se te
quedan grabadas en los anaqueles del alma para el resto de tu vida.
Mi
relación con Camarón se limita a un viejo radiocasstte Sanyo y un puñado de
cintas, que después se convirtieron en CDs, pero cómo he disfrutado, y disfruto
de su cante. Me gusta el Camarón íntimo, el que baja los tonos –ahí se notan
los buenos cantaores-, me disloca el Camarón que pasa de un tono bajo hasta
otro que llega al cielo para rematar una estrofa, “…Y ya no me cantes cigarra, ya para tu sonsonete, que llevo una pena
en el alma, como un puñal se me mete sabiendo que cuando canto suspirando va mi
suerte, bajo la sombra de un árbol y al compas de mi guitarra...canto alegre
este fandango porque la vía se acaba y no quiero morir soñando ay como muere la
cigarra...”. Me gusta el Camarón con fuerza y desgarro, me gusta su voz y
su conocimiento, lleva la tragedia milenaria en sus quejíos, es moderno y
antiguo, casi primitivo y fue bautizado con todo el compás y la sal de la bahía
gaditana.
Este gitano de
San Fernando, nació un 5 de diciembre de 1950. Su tío, Joseíco, lo “bautizó” cuando comentó, al verlo por
primera vez, “…es tan blanquito que
parece un camarón”. José Monge Cruz era hijo de Juan Luis Monge Núñez,
herrero de profesión, y Juana Cruz Castro. Siendo un niño era un habitual de la
mítica Venta Vargas. En Torres Bermejas, en Madrid, terminó de formar y encajar
el saber enciclopédico de su sangre. Allí, el destino quiso que coincidieran
dos genios, y que se formara una de las mejores parejas de la historia del
flamenco, Camarón y Paco de Lucía. A partir de 1978 será José Fernández Torres,
Tomatito, el que lo acompañe. Hay otro guitarrista que ha formado parte de la
vida y la esencia de Camarón y muchas veces se olvida injustamente, y no es
otro que el maestro Paco Cepero, de quien el propio Camarón dijo que era el que
mejor lo acompañó en festivales y fiestas.
No se trata en
este modesto artículo de hacer un resumen de su vida y obra, bastante conocidas
por otra parte, se trata de dejar constancia que fue un niño prodigio –A los 12
años ganó el Concurso Flamenco del festival de Montilla y con 14 años realiza
una gira por Andalucía y Madrid con el Ballet de Arte Español Miguel de los
Reyes y con 16 gana el Primer premio de cantes festeros en el festival de
Mairena del Alcor-, y que terminó con una autentica legión de seguidores –Unas 50.000
personas pasaron por su capilla ardiente-.
Más allá de los que le reprocharon
que había perdido la “pureza”, se encontraba muchísima gente, sobre todo el
pueblo gitano, que lo divinizó, acaso porque, como dijo Paco de lucía: “cuando otros cantaores recurrían a letras
con temática social, la voz desgarrada de Camarón evocaba por sí sola la
desolación de su pueblo”.
Se trata de
recordar los nueve discos que entre 1969 y 1977 grabara con Paco de Lucía, y
por su puesto “La leyenda del tiempo”, donde se introducen elementos inéditos
en el flamenco procedentes del rock o el Jazz. Este disco, que para muchos supuso
una auténtica revolución en el Flamenco, fue un fracaso absoluto en ventas con
poco más de 6000 discos vendidos, sin embargo a mí me gustó, quizás porque en
esa época mis amigos y yo estábamos como locos con un tal Jesús de la Rosa y su grupo Triana, el
rock andaluz, al que también rescato, de vez en cuando, del desván de mis
recuerdos. Dicen que hubo gente que, al oír el disco, lo llevó a la tienda para
que le devolvieran el dinero porque ese no era Camarón.
A partir de la Leyenda del tiempo otros discos:
Como el agua, Viviré, Calle Real…,
hasta ese Potro de rabia y miel de
1992, donde vuelve Paco de Lucía. Puede parecer que La leyenda del tiempo divide la obra de Camarón en dos, sin embargo
lo que está claro es que desde entonces sufrió la furibunda crítica de que
había abandonado la pureza. Pero a la par, su obra y su propia leyenda fue
creciendo en el tiempo hasta convertirse en un cantaor con multitud de
seguidores, manifestación masiva de idolatría no vista antes en el flamenco.
En el
magnífico programa Rito y Geografía del Cante, le preguntan a Camarón algo que
ha sido una constante en su vida y más allá de su muerte:
- “La gente dice que el camarón está perdiendo pureza por esto de estar
en Madrid”.
Y Camarón responde:
- “No, no es eso. La pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleve
dentro de verdad. Entonces, lo único que veo es que la gente no me comprende
como yo canto. Mi manera de sentir todavía la gente no la ha entendido.
Entonces, po yo no le echo cuenta, yo voy a mi aire”.
Eso que Camarón expresaba a su manera, es lo más
grande que existe en el arte y en la vida, y se llama LIBERTAD.